sábado, 15 de julio de 2017

Los cuentos de 'El viaje de Unai'

Nuevo proyecto en marcha: los cuentos de 'El viaje de Unai'. Una serie de cuentos dedicada a los animales protagonistas de la película documental (Andoni Canela, 2016). Cada cuento explica las características de un animal y de su hábitat natural, pero también habla de unos valores ligados a la 'personalidad' del protagonista.


El primer cuento está dedicado al cocodrilo marino de Australia. La diferencia y la aceptación de esta es el valor fundamental de la historia. El libro, ilustrado por Marc Currià, está prácticamente acabado...   

Más noticias muy pronto...

Ilustración: ©Marc Currià

miércoles, 9 de noviembre de 2016

Sin manchas


Ayer me llegaron, por fin, los primeros ejemplares de Sin manchas. Un cuento que escribí ya hace tiempo, cuando mi hijo Unai estaba a punto de cumplir 7 años y todavía no le había caído ningún diente. Eso le preocupaba; casi todos sus compañeros ya habían perdido sus dientes de leche y él todavía estaba por empezar.

A Sabina, la lincesa protagonista de este cuento, le preocupa que todavía no le hayan salido manchas en la piel como a su hermana Lucía... Eso, probablemente, le impida mimetizarse con el paisaje de bosque mediterráneo donde vive, en Sierra Morena, y la convierta en una cazadora menos eficiente. Su madre, Marisa, tiene sus propias teorías de por qué a Sabina no le salen manchas... pero podría estar equivocada. Por si acaso, Lucía se inventa la manera de que su hermana pueda salir del paso, aunque, a veces, basta con dejar que las cosas sigan su curso. 

Una bonita edición de Editorial La Jirafa y Yo (Costa Rica, 2016) con las maravillosas ilustraciones de Gusti Rosemffet. Un libro dedicado a mis dos pequeños linces, Unai y Amaia, y a los linces de verdad que luchan por sobrevivir no muy lejos de nosotros.

lunes, 15 de diciembre de 2014

Lecturas compartidas


Unai leyendo 'El Gran Gigante Bonachón', de Roald Dahl, a su hermana, Amaia


A partir de determinada edad, leer es casi siempre un acto íntimo. Aunque leas en un vagón de metro en la hora punta, en una biblioteca llena de gente, en un aula concurrida o en casa de una familia numerosa, suele ser una actividad que se realiza en solitario.

Pero, a esas lecturas solitarias, siempre se le puede añadir el placer de compartir.

Compartir la búsqueda de un título, el sabor de una historia que cautiva o el disgusto de un libro que no gusta, el perfil de unos personajes que enamoran o que repelen, el acierto o el desacierto del autor, de la editorial, del ilustrador, del traductor, del diseñador... Incluso, podemos compartir la vida y milagros de todos ellos.

Se pueden compartir todas las sensaciones, las emociones, las reflexiones y las enseñanzas que genera una lectura; que nos genera a nosotros y a los críticos literarios, a los libreros, a los bibliotecarios, a los maestros, a los animadores, a los familiares, a los amigos, a los compañeros, a los vecinos...

Y, por supuesto, se puede compartir el propio libro; el objeto de papel y tinta.

En definitiva, se puede compartir todo lo que hay alrededor de la lectura. Creo que sí. Y, si queremos, a pesar de lo que decía al principio, también se puede compartir la lectura en sí. Leer en voz alta ante alguien que te escucha, por ejemplo, sería una manera de hacerlo (una muy buena y recomendable manera de hacerlo, sobre todo en determinados momentos).

Todo ello, el deseo de compartir todo lo que hay alrededor de la lectura, es lo que alimenta muchos de los clubes de lectura de todas partes, y también el Club de Lectura para chicos y chicas que hemos iniciado recientemente en la librería L’Altell. Por iniciativa y propuesta de Irene Sala-Tortós, 'alma mater' de este centro de actividades en torno a los libros y la lectura (porque L’Altell es mucho más, mucho más que una librería), nos reunimos una vez al mes desde el principio de octubre. Hay dos grupos: uno de 8 a 10 años, que conduce Irene; y uno de 10 a 12 años, que conduzco yo misma.

Y compartimos, compartimos de todo; para empezar, la alegría de compartir lecturas.

¿Quieres saber qué leemos? ¿Y qué dicen los críticos miembros de nuestro Club sobre estas lecturas? Muy pronto, aquí o en un lugar cercano. De momento, ¡a seguir compartiendo!!

martes, 22 de abril de 2014

La piel del queso

Figuras hechas por Unai con la piel de los quesitos. Fotos: ©Andoni Canela


Aquellos quesos redondos con piel de cera roja son muy bien recibidos en casa. Unai y Amaia los llaman 'los quesitos de la abuela', porque mi madre siempre se los compra.   

Empiezo a pensar que lo que más les gusta de esos quesos es la piel. Unai y Amaia siempre la utilizan para modelar.

Mientras estaba escondido en un 'hide' en las montañas de Riaño (León), Unai hizo un lobo y una cámara con un teleobjetivo muy grande con la cera de los quesos que había comido para merendar. Era el lobo que él y su padre esperaban ver y el aparato con el que querían fotografiarlo.

Cama de helechos

Unai construyendo una cama de helchos. Fotos: ©Andoni Canela


El verano pasado Unai participó en el campamento de la Fundación Félix Rodríguez de la Fuente y, allí, se ganó el apodo de 'el pequeño hombre salvaje'. Este nombre que, en otras circunstancias, podría caer mal, en casa, nos hizo sonreír por dentro y por fuera. 

De hecho, sólo hay que ver a Unai en plena naturaleza. Se siente libre de mente y cuerpo. Corre y salta como un gamo. Canta, baila, habla por los codos y la cabeza le hierve repleta de ideas. Juega con palos, hojas y piedras, y a todo encuentra una aplicación útil.

Los helechos, por ejemplo, son perfectos para hacer un colchón. Y más de una noche Unai ha dormido sobre un colchón hecho con estas plantas.

El parque de atracciones

En la tienda de campaña con algún invitado especial. Fotos: ©Andoni Canela


No hace mucho le preguntaron a Unai si cuando estaba inmerso en la naturaleza, no echaba de menos cosas como un parque de atracciones. 

Y ahora recuerdo la última vez que hablamos de este tema, del parque de atracciones, con Unai y Amaia.

Montamos la tienda de campaña y ellos amontonaron uns cuantos sacos de dormir en su interior. Se echaron encima y empezaron a gritar: "¡Parque de atracciones!". 

Hacían piruetas y levantaban las piernas en alto intentado tocar el techo de la tienda con los pies.

En el 'parque' había atracciones adicionales como pequeños animales que intentaban encontrar su espacio dentro de aquella locura de gritos y risas de criaturas humanas.

Amaia y los arándanos


Amaia analizando unos arándanos con una lupa. Fotos: ©Andoni Canela

A Amaia le gustan mucho los frutos del bosque. Le gusta recolectarlos y comerlos (¡devorarlos!) a pie de mata. 

En las montañas de Riaño (León), hablamos de la pasión de los osos por los arándanos. Y Amaia, que aquí tiene la oportunidad de recogerlos y probarlos muchas veces, investiga con la ayuda de una lupa la forma y el color de estos frutos que le parecen tan ricos.

Entiende que los osos también se vuelvan locos por los arándanos, y decide no recolectarlos todos todos. "Dejaré unos cuantos para los osos", explica.